La historia de la Pasión revive en el Miércoles Santo PDF Imprimir E-mail
Escrito por María del Pino Gil de Pareja. Fotos de Pedro Valeros. 13 de abril de 2017, jueves   

Ayer fue el gran día de los californios. La Magna Procesión del Cristo del Prendimiento sacó a la calle los tesoros más valiosos de la cofradía que, unidos, recrearon otro año más la narración viviente de la Pasión de Cristo.


El tercio femenino del Prendimiento abrió el desfile en representación de la cofradía colorada. Son estas mujeres las que escoltan el sudario titular de la misma y acompañan al carro bocina con el escudo de la cofradía: la linterna sorda rematada por la corona real y cruzada por dos áncoras, realizada en 1987 por el tallista Rafael Terón.

 

Le tocaba entonces el turno al tercio de Granaderos. Con paso firme y decidido, las filas de estos soldados con galones se iban sucediendo una tras otra. Un tambor rápido y decidido marcaba el ritmo de la marcha.

El tercio amarillo de la Santa Cena anuncia el comienzo del relato de la Pasión. La representación california comienza en el Cenáculo, en el que Cristo se reunió con sus discípulos para compartir el pan y el vino. El trono captura el momento exacto en el que Jesús anunció que uno de ellos le traicionaría aquella noche. Los hombres se reúnen en torno a una mesa con comida de verdad, proporcionada por distintos establecimientos de Cartagena.

 

El tercio verde oliva marcó la llegada de la siguiente escena: la Oración en el Huerto (Getsemaní – Huerto de los Olivos). Tres discípulos durmientes de Salzillo contrastan con un Cristo atribulado, obra de Sánchez Lozano.

 

Negro y rojo para el del grupo del Ósculo o Beso de Judas. “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?” (Lc 22, 47-53). En el trono aparece el sayón al que San Pedro le cortó la oreja y otro verdugo que se dirige a prender al Salvador. “Estando yo todos los días en el Templo con vosotros, no me pusisteis las manos encima; pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas” (Lc 22, 47-53).

Jesús es apresado en el trono del Prendimiento, titular de la cofradía. El Cristo vestía una túnica colorada, del mismo tono del tercio que le acompaña. Le siguen las tropas de los Soldados Romanos, judíos como les gusta llamarlos a los cartageneros.

 

El tercio femenino de la agrupación de San Juan Evangelista es el pasillo verde y blanco que lleva hasta el trono del Juicio de Jesús. Después llegaba el turno del tercio femenino de la agrupación de San Pedro Apóstol. Su paso ágil conducía hacia el trono en el que Jesús y San Pedro entrecruzan las miradas.

Dos sencillos ramos de rosas rojas acompañaban al Santísimo Cristo de la Flagelación. Desde lejos, la marcha de los portapasos producía la sensación de que el Cristo venía caminando hacia el público. Un Jesús sereno atado a una columna después del castigo de la flagelación. Las capas rosa fucsia del tercio de la Coronación de Espinas acompañaban a su trono, obra de Federico Collaut-Valera, en el que varios verdugos se burlan de un Jesús dolorido por los aguijones de su corona. Y llega después el momento de La Sentencia. El paso recrea la decisión de Pilatos que, situado en la parte posterior del trono, aparece en actitud de lavarse las manos.

 

Tras ellos, llegaba el tercio de Santiago Apóstol. Tan ordenado como siempre, el conjunto formó un perfecto pasillo de capuces blancos que, sin quererlo, llevaba la mirada hasta la cruz de gules más importante, la del Santiago. La escultura del apóstol, obra de José Sánchez Lozano, cumple 40 años. Por esta razón, ha sido restaurada en el Centro de Restauración de la Región de Murcia, gracias a la colaboración de la Consejería de Cultura y la Dirección General de Bienes Culturales.

 

La cruz negra invertida anuncia la llegada de San Pedro, que en esta procesión cambia su vestuario con respecto al Martes Santo. En sus manos lleva las llaves del Cielo y, a sus pies, el gallo de las negaciones.

 

Bajó el ritmo del tambor. Era el aviso del paso corto de los penitentes sanjuanistas. La imagen de su apóstol, tan ‘señaladora’ como siempre, presidía un trono abarrotado de flores blancas que hacían juego con las túnicas de su tercio. Este año, el trono parecía más pesado que de costumbre.

 

Y finalmente, aparece de entre los capuces brillantes de su tercio, la imagen de la Virgen del Primer Dolor. Su rostro triste es iluminado por los faroles azules que esconden as flores blancas que la rodean. Al marcharse, deja tras de sí el rastro de su manto de terciopelo granate, bordado en oro.

La procesión se cierra con el piquete del Regimiento de Artillería Antiaérea 73 y sus complicadas maniobras armamentísticas.

 

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