Aníbal forma el más grande de los ejército para salir en busca de ‘la loba’ en un acto carthaginés con muy buen ritmo y enriquecido con nuevas escenas. GALERÍA DE FOTOS (pinchar aquí)

Cuenta atrás hacia el principal acto militar de los carthagineses. Francisco García (Aníbal) tiene el ansia propia del protagonista principal. Es un cóctel de nervios e ilusión. No es lo mismo que hace un años, pues esta vez esta representación coincide con su despedida teatral del papel del estratega púnico. Cuando los fuegos de artificio explotan en el cielo, todo ha terminado y ha superado su particular ‘batalla’ con éxito ofreciendo a un conquistador reflexivo, quizás de los que más en la historia festera, y a la vez firme. Los abrazos con los compañeros de reparto se suceden y se funde en un abrazo con Aurora Díaz (Himilce). Es un epílogo cargado de  satisfacción para quienes emprendieron juntos una seductora aventura.

Vayamos a la obra. Esta vez el desembarco está dentro de la representación, no como un acto previo. Al puerto llegan las tropas navales de Adherbal, Tiro, Himilcón y Bomílcar, mientras que los espectadores, que nuevamente han llenado el aforo, lo perciben al ver unas velas al fondo del escenario, donde la ‘camada de león’ (Aníbal, Magón y Asdrúbal Barca), acompañados por los líderes mastieno y númida, esperan a los capitanes Cartalón, Adherbal, Hanón, Amílcar e Himilcón. “Roma ha elegido la guerra… y si quieren guerra, la tendrán”. Aníbal expone su plan: “Atacar a los romanos, pues quien piense en defenderse es que duda de su victoria y ése es el primer paso hacia la derrota”. El estratega ha hablado claro. “¡Muerte a Roma!”, escucha de los presentes.

Tercer acto. Llegan Indíbil y Mandonio con los ilergetes. Vuelve a hablarse de los rumores de un ataque de Roma a Iberia y del plan de Aníbal (“soy de la idea de ir a cortarle la cabeza a la loba”) cruzando los Pirineos y los Alpes. “Por los dioses que eres un loco, pero me gusta tu locura”, concluye Indíbil.

Aníbal quiere formar el más grande de los ejércitos conocidos y para ese objetivo le faltan todavía guerreros. Los mercenarios entran en escena mientras el fuego aumenta su protagonismo en la escenas laterales. Uxama, Íberos, Honderos, Lusitanos, Celtas y Lobetanos acuden a su llamada con sus caudillos al frente en un encuentro de bárbaros en el que no faltan tensiones, voces elevadas y rostros que se encaran. “Si no acabamos con Roma, Roma acabará con nosotros y todos seremos sus esclavos. Juntos formaremos el más grande ejército que imaginar se pueda”, expone el cartaginés.  Unos por la libertad, otros por el odio al romano, otros por el oro…, al final todos se apuntan a la gran marcha terrestre hacia el corazón de la loba. “Muramos por la fe de nuestra causa; el futuro pasa por nuestras manos”. Cada caudillo se dirige entonces a su tribu para comunicar la noticia, que es recibida con júbilo.

La siguiente escena es una nueva aportación a la obra. Dos íberos llevan a un esclavo ante los seis druidas y brujos de las tribus. La víctima es rodeada y degollada, bebiendo uno su sangre en un cuenco, mientras que otro se lanza a chupar de su yugular.

“Dejadme solo”, pide Aníbal, quien mostrando en todo momento convicción en sus propósitos ha logrado sumar fuerzas para su gran aventura, expresa a continuación: “Que no puedan decir los siglos venideros que sin dignidad hemos muerto”.  El cielo se llena de estrellas luminosas. “¡Gloria a Qart-Hadast, muerte a Roma!”, gritan al unísono. Ha concluido el acto coordinado por Marcial Góngora y el público aplaude. Quien ha visto la evolución del mismo con el paso de los años valora el ritmo que ha cogido y su contenido para mayor gloria de Carthagineses y Romanos.